Regular constituye una herramienta crítica para mejorar el bienestar de la economía y la sociedad en su conjunto. Sin embargo, un mal diseño o implementación puede llevar a que ésta se convierta en el problema y no la solución.
Las buenas prácticas regulatorias corresponden a herramientas, estándares y procesos internacionalmente reconocidos para mejorar la calidad de la normativa. Su objetivo es velar porque las regulaciones cumplan con el fin para el cuál fueron emitidas, se diseñen en base a evidencia y se dicten previa consideración de los impactos.
La Guía Chilena para una Buena regulación tiene como objetivo principal ser una referencia para los reguladores en el país, acompañándolos en las distintas etapas del proceso de creación de nuevas regulaciones. En ésta, se propone un proceso regulatorio transpartente que asegure la calidad de nuestro marco normativo, y dónde se releve la importancia de contar con una regulación inteligente. A través del enfoque propuesto, se promueve un análisis integral e imparcial que considera los aspectos económicos, sociales y medioambientales, evaluando a su vez, la efectividad y consistencia de las regulaciones en el tiempo. De esta forma, se evita que existan regulaciones innecesarias y costosas, las cuales no cumplen con los principios de proporcionalidad y eficiencia.